lunes, 9 de febrero de 2009

Contrariedades

No me gusta que me regalen flores. Y no es que no me gusten las flores, que me encantan, sino que no me gusta verlas morir. Pero... tengo un jarrón.


Esta frase, a la que le he venido dando vueltas en el metro de camino a casa, me ha hecho recordar una conversación con un conocido en mi segundo viaje de "tanteo" a Barcelona. Amigo de un amigo, Paco, persona de mucho mundo y muy sabia, nos contaba como había trasformado la puerta de una lavadora en frutero. Según él, al hacer servir aquella puerta, tirada a la basura, como frutero, le daba una segunda oportunidad, una segunda función en su existencia. No recuerdo las palabras exactas, pero por ahí iba la cosa. Lo que me lleva al propósito o función de las cosas. Si un jarrón de flores nunca lo utilizo para poner flores, sigue siendo un jarrón. Eso está claro. Pero *cumple* su función? Cumple el fin para el cual ha sido creado?


Esto me lleva a las personas... hay personas que tienen un don innato para dibujar, o para cantar, o lo que sea. Pero si nunca descubren que tienen ese don, si nunca se les da la oportunidad de desarrollarlo... cumplen su función en la vida?


De momento sólo puedo dar preguntas... sigo dándole vueltas a mis respuestas mientras me quedo mirando mi precioso jarrón, preguntándome si él se da cuenta de que le falta algo.

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